A veces cuando uno piensa en si mismo se plantea si ha perdido toda su individualidad en el más amplio sentido de la palabra. El día a día a todos nos marca los pasos que hay que seguir y realmente uno reflexiona en qué momento va a poder tener un minuto para relajarse, pensar, leer, hablar.
El simple hecho de hablar con alguien para contar algo del día es sumamente importante. Pero a veces, incluso para retomar cosas que hace tiempo no podías hacer o meditar sobre algo, resulta una aventura casi imposible.
De hecho, aunque en algún momento intentaré retomar de nuevo este artículo, ahora tengo que dejar mis pensamientos a un lado, porque en este mismo instante tengo que dejar de escribir, por “esas” interrupciones que te marca la vida.
Continuará…
Continuación de LA INDIVIDUALIDAD
Bueno, tras un paréntesis de ausencia que yo sí he notado (aunque la persona que pueda estar leyendo ahora quizás no) porque esta reflexión la he tenido que hacer en dos ratos, de nuevo, retomo el tema.
La individualidad de la persona es algo que jamás el ser humano ha de perder y mucho menos desistir de obtener esos momentos para uno mismo, en los cuales uno se siente mejor, sin el sota, caballo y rey que conlleva el estrés del día a día y los tiempos y horarios que nos marca la vida. ¡Por algo será que algunas personas en algún momento de su vida de repente deciden abandonar su trabajo, su vida en la ciudad y huir al campo, donde todo se hace más pausado, como con más tiempo!
A veces supongo que alguna vez las personas se dicen a sí mismas “me gustaría hacer esto pero no puedo porque no tengo tiempo ¡a ver si un día me puedo poner a ello!”. El hacer eso en concreto que en un momento dado nos da la satisfacción de haberlo podido hacer es lo que nos hace sentir de vez en cuando que conservamos la individualidad.
Es importante fomentar ese espíritu positivo para sentirse bien y pensar que con el transcurso de los días por fin alcanzaremos ese momento tan ansiado y único de intimidad para aquello que queremos hacer desde hace tiempo.
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