Todos tenemos recuerdos más o menos importantes en nuestra vida, almacenados en el letargo hasta que un hecho concreto nos hace sacarlos del cajón, desempolvarlos y rebobinar esos momentos vividos.
En mi experiencia normalmente esto me sucede cuando se enciende el piloto de algún ser querido, cuando el combustible de la vida ya no tiene repostaje y por mucho que no lo queramos ha llegado el momento de la verdad. Hablar y escribir de la muerte no es fácil, casi todo el mundo evita el tema y sólo cuando llega el momento intenta afrontarlo como de otra manera no puede ser , asumiendo que queda poco para el último aliento.
Desde hace unas horas estos pensamientos me rondan porque sé que una persona querida de mi entorno está agotando sus últimos kilómetros, a pesar de todo, ¡ójala aún pueda recorrer una larga distancia! . Casi siempre solemos decir cuando nos vemos con el resto de nuestra familia, esos seres queridos a los que vemos en contadísimas ocasiones “ ¡a ver si nos vemos más veces!”. Siempre suele pasar lo mismo, el día a día nos deja tan sólo un pequeño margen para la vida en familia, y ese margen es el que en el día a día aprovechamos para estar con los más allegados, sobre todo con nuestro cónyuge e hijos. Al margen de padres, hermanos y sobrinos, para los que siempre se ha de buscar y encontrar un hueco, el resto de la familia, por regla general, pasa a un segundo plano, alejado bastante de nuestro día a día.
Es curioso pensar que a pesar de estar viviendo una revolución tan veloz en el mundo de las comunicaciones, precisamente con el resto de la familia la comunicación queda interrumpida, en stand-by, y sólo se suele activar cuando existen fechas de reencuentro, al margen de las bodas, en las cuales suele ir toda la familia, eximo los bautizos y comuniones que se quedan para los más allegados. Ese reencuentro es el que a todo el mundo preocupa y se prefiere no llegar a él. Pero llega, más tarde o más temprano, y es entonces cuando nuestros pensamientos vuelan al pasado recordando momentos entrañables con el resto de nuestra familia, la menos habitual, a la que vemos en contadas ocasiones, pero a los que quieres con el sentimiento de ser de los tuyos, y es entonces cuando piensas que los lazos familiares tienen una línea a veces atenuada y casi transparente, pero tan imborrable que perdura en el tiempo.
En el recuerdo siempre, y en el ahora seguir viviendo.
Tienes razón, nos metemos en la rutina del día a día y no le dedicamos apenas tiempo a los seres queridos que tenemos alrededor, familia, amigos... y cuando pasa algo grave y trágico es cuando reflexionamos sobre estas cosas... cuando ya es demasiado tarde... A mí no me gusta pensar en la muerte.Ágatha.
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