Salimos de casa y nos montamos en el coche, y en un abrir y cerrar de ojos ¡nos cambia el carácter!
Es bastante curioso como con un volante entre manos nuestro humor se agria por momentos y a la más mínima saltamos como si nos fuese la vida en ello.
Definitivamente el coche nos transforma como si de un superhéroe se tratase y al ponernos el traje éste nos convirtiera en un ser distinto. La diferencia es que los superhéroes por regla infalible salvan vidas, y el coche a veces es todo lo contrario.
Nos permitimos el lujo de acosar al que va delante porque va lento. Pero no, no es eso, es que simplemente respeta la velocidad marcada, incluso la sobrepasa en 10 ó 15 km. Pero no, eso no puede ser, debemos correr más y sobrepasarle, si es necesario nos pegamos a él como si fuésemos su sombra, ¡al final se acabará apartando!
Y mientras tanto, mientras hacemos acoso y derribo, de nuestra boquita sale esa dulce melodía de tacos de lo más diverso.
El coche nos transforma. Esa transformación algunos la viven en grado máximo, literalmente, y otros en cambio se transforman de una forma más suave, evolutiva. Pocos logran salvarse de la transformación. Al volante nos volvemos intolerantes con otros conductores, nos fastidia ceder el paso o facilitar la incorporación moviéndonos al carril de al lado.
Lástima de nosotros, es una pena que no nos demos cuenta que tenemos un arma de matar entre las manos. Somos el muñeco, pero el muñeco "más" humano, frágiles como el cristal, rompibles fácilmente.
Sentido común al volante. No es un eslogan publicitario de la DGT. Tómatelo como un consejo.