Javier
Gallego, colaborador del Diario.es ha escrito este artículo, que traslado aquí
literalmente. Chapó!
El país del pequeño
Nicolás
La política española está llena de pequeños Nicolases, de
impostores, timadores, falsarios, presuntos y supuestos.
Desde la Transición hasta aquí, la
democracia española se ha levantado sobre un lecho de mentiras en el que ahora
nos hundimos.
Visto lo visto en estos últimos años y
más aún en este último mes, lo del pequeño Nicolás no es una excepción ni
un caso extraordinario: la política española está llena de pequeños Nicolases,
de impostores, timadores, falsarios, presuntos y supuestos. De señores
aparentemente respetables que son vulgares chorizos, de dirigentes que predican
una cosa y hacen la contraria, de ladrones que presumen de honradez,
derrochadores que piden austeridad, corruptos que dan lecciones de ética, reyes
poco ejemplares y gobiernos que incumplen todas sus promesas. No, el pequeño
Nicolás, no es un rareza, no es la excepción, es la definición del comportamiento
de la casta española: nadie es quien dice ser, son una estafa, todo el sistema
es una simulación.
Lo vemos cada día en los periódicos que
se han convertido en una galería de impostores: Rato no era ese gran gestor del
que presumía la derecha sino un poco fiable economista, su milagro económico
con Aznar era un globo, Aznar no es el ejemplo de rectitud moral que vendía
sino otro aprovechado inmoral que hace negocios hasta con dictadores
sanguinarios, Zapatero no era Bambi sino una bomba de relojería, Esperanza
Aguirre no es una pobre sexagenaria inocente sino una artista del escapismo y
el disimulo con mucha caradura, Pujol no es molt honorable sino molt
despreciable, Rajoy no es un honesto registrador de la propiedad sacrificado
por la patria, sino un aprovechado con una caja B en su partido acusado de
recibir sobres en negro. Por no hablar de todos esos empresarios, sindicalistas
y políticos de izquierda y derecha que vivían en una gran mentira. Todo es tan
falso que hasta el presidente no es real, es un plasma.
Estamos rodeados de impostores.
Patriotas que evaden a Suiza. Ricos que roban como si no tuvieran nada.
Liberales que chupan de la teta del Estado. Socialistas republicanos al
servicio del mercado y la monarquía. Monarquías que esconden los oscuros
negocios del rey, de su hija y de su yerno. Populares que hablan de lucha
contra la corrupción mientras sueltan a corruptos como Matas y presumen de
transparencia y colaboración con la justicia mientras destruyen pruebas.
Socialistas que lavan su cara con Pedro Sánchez que pone de ejemplo al
consejero de Gas Natural, Felipe González, y mantiene en sus puestos a Chaves y
Griñán. Socialistas y populares que se llenan la boca con la palabra
“democracia” pero no convocan elecciones cuando sus presidentes cesan o
dimiten. En sus neolengua, las palabras significan lo contrario de lo que
son. Tanto en los dichos como en los hechos, engañan.
Ahora estamos descubriendo que el rey
estaba desnudo desde el principio y la corte llena de embusteros. Desde la misma
Transición que se vendió como modélica pero estuvo llena de trampas, desde el
socialismo que empezó con el engaño de la OTAN y acabó sembrando España de
pícaros, hasta la traición de Zapatero a sus supuestos principios y los
múltiples engaños de Rajoy, pasando por la gran estafa que fue Aznar y la gran
mentira que ha sido la ejemplaridad del rey, está claro que nuestra democracia
se ha construido sobre un lecho de falsedades, medias verdades e imposturas en
el que ahora nos estamos hundiendo. Lo he dicho otras veces: la democracia
española es una simulación en diferido. La verdadera democracia en directo está
por llegar.
Así que el pequeño Nicolás no ha
inventado nada. Solo repite lo que ha aprendido de los mayores.